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miércoles, 25 de enero de 2012

RECUPERAN LA TALLA DE LA VIRGEN QUE IBA EN LA GALERA REAL DURANTE LA BATALLA DE LEPANTO





El Museo Naval recupera la talla que iba en la Galera Real durante la decisiva victoria de 1571

Solo para que se hagan una idea... ¿Han visto los portaaviones de la VI Flota que patrullan en el Estrecho de Ormuz? Pues algo así era ella aquel 7 de octubre de 1571, cuando los buques de la Liga Santa, de los que era la nao capitana, se zurraron la badana contra el Turco en Lepanto.

Ella, la Galera Real, era el buque más formidable de su tiempo, y además de reunir toda la tecnología punta del momento, era en su zona de popa un auténtico palacete, diseñado por un gran humanista y afamado poeta en su época, Juan Mal de Lara, quien fue el responsable de la lujosa ornamentación en rojo y oro y las numerosas esculturas y bajorrelieves, muchos religiosos que la convertían en un buque a la medida de su dueño, Su Majestad Católica Felipe II y de su bravísimo huésped y capitán, Don Juan de Austria, Almirante en Jefe de nuestra arriesgada marinería en aquella batalla que cambió el curso de la Historia. «La Real» se vio cara a cara con «La Sultana», el buque insignia de los otomanos, en el que viajaba Alí Pachá, que fue abordada por los nuestros, no sin altísimo coste en vida y esfuerzos, que acabaron con el tal Pachá finiquitado por un infante de marina español. Era tal el portento de la galera que se cuenta que dos navíos auxiliares tenían que pegarse a su popa para empujarla.

Vuelta a nacer

Y como es habitual entre la gente del mar, máxime en la de nuestros navíos que debían aventurarse en la Mar Océana, en aguas infestadas de infieles y luteranos, no podía faltar entre los pertrechos de nuestra capitana lepantina una virgen que amparase y protegiese a nuestra tropa. «La Real» la llevaba y durante años se la perdió la pista, pero ha vuelto a nacer y está ahora mismo en una de las salas de restauración del Museo Naval a los cuidados del restaurador José María Gálvez Farfán que quiere volver a vestirla de gala. Es una Virgen del Rosario, que tal festividad era cuando le dimos lo suyo al Gran Turco y se la conoce también como Virgen de la Victoria pues ella nos guió hacia la gloria y el triunfo.

La Virgen fue un regalo hecho por los alilados venecianos a don Juan de Austria. Cuando éste dejó los mares quiso que la virgen, curtida también en el trance de Lepanto, descansara en manos de la Cofradía de las Galeras de la iglesia de San Juan de Lebrón de El Puerto de Santa María. Tras idas y venidas y algunas zozobras surcando los mares de la vida, llegó al Colegio de Guardiamarinas, en el año de 1854. Allí fue restaurada pero el tiempo fue inclemente con ella. Hasta hoy.

Cara a cara, la virgen impresiona y a fuer de ser sinceros el medio rostro que aquí se muestra sin duda debió infundir algo más que ánimos a los nuestros en aquel envite heroico y decisivo de Lepanto.

Restauración en vivo y en directo

Ni Elena Gallardo, ni Fernando Fernández, ni Vega Bautista habían nacido cuando aquello de Lepanto, pero cinco siglos después también son protagonistas de la Historia, porque son los tres jovencísimos restauradores que en el Museo Naval trabajan sobre «Visión del Papa Pío V de la victoria en la batalla de Lepanto», un cuadro de autor desconocido, cuya restauración se puede ver en vivo y en directo en el propio museo desde ayer. Un trabajo al detalle. Sonríe Vega: «No puedes pasarte un ápice, hay que tener un pulso muy bueno. Por eso no es extraño que los restauradores suframos tendinitis».


Aun teniendo en cuenta el carácter laudatorio del lienzo y hasta cierto tono propagandístico, es una obra impactante, con un sinfín de personajes, navíos, oropeles, rostros aterrorizados por el fragor de la batalla y hasta la presencia de Pío V, que como dice Ana Ros, Conservadora Jefe de pintura del Museo parece «como si estuviera recibiendo online la noticia de la victoria», aunque evidentemente tardó varios días en conocerse entre los cristianos. Otro detalle curioso es que Su Santidad tiene a sus espaldas el Vaticano, por supuesto, pero un Vaticano en el que es reconocible la ciudad de Málaga y varios de sus edificios. Sin duda, un cuadro que vale un imperio y una restauración que va viento en popa.







Texto: ABC /Manuel De La Fuente
Foto: Isabel Permuy



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